A partir de un estudio homónimo realizado por Telecom Advisory Service, Señal News dialogó con su CEO, el Dr. Raúl Katz, quien explicó por qué la digitalización en América Latina podría llegar a ser un factor mitigante para reducir el impacto disruptivo de la pandemia.
El Informe especial “El estado de la digitalización de América Latina frente a la pandemia del COVID-19” de Telecom Advisory Service fue desarrollado para el Observatorio CAF del Ecosistema Digital y presentado este mes de abril. Sus autores Raúl Katz, Juan Jung y Fernando Callorda elaboraron el reporte con el propósito de estimar con base empírica la importancia de la digitalización como factor mitigante de la disrupción de la pandemia, así como evaluar de qué manera América Latina está posicionada para enfrentar este reto. A continuación, compartimos la entrevista realizada con el Dr. Katz, quien tuvo la amabilidad de atender en forma exclusiva a Señal News desde su casa en New York.
La primera pregunta se desprende del propio punto que ha dado impulso a la investigación. ¿En qué medida la digitalización en América Latina puede ser un factor mitigante para reducir el impacto disruptivo de la pandemia?
- Planteada la pregunta en términos cualitativos, la respuesta es sí. Nosotros empezamos a preocuparnos por este tema al advertir la migración masiva hacia el teletrabajo y la educación a distancia como una manera de resolver el problema desde el punto de vista económico. Nuestro trabajo, que es eminentemente cualitativo, intenta medir hasta qué punto la digitalización ayuda a resolver alguno de los grandes problemas socioeconómicos que están involucrados en el COVID. Basado en modelos econométricos, buscamos construir series históricas que permitieran ver cómo ciertos países, que están más avanzados desde el punto de vista de infraestructura digital, han superado algunas de las barreras planteadas por una pandemia. En la medida en que estamos en medio de la problemática, no existen datos suficientes para medirlo, lo que nos llevó a tratar de ver cuáles eran sus antecedentes. Obviamente, no pudimos llegar a estudiar la epidemia española de 1918 porque no había digitalización; pero sí empezamos a estudiar a partir del SARS, que ocurrió en el 2003. Si bien son pandemias incomparables, en aquella oportunidad se generó un impacto económico negativo, que contó con una reacción muy importante de ciertos países que recurrieron al cierre de escuelas, limitación del transporte y demás. Esto nos permitió construir ciertos modelos y pudimos determinar que aquellos países que estaban más avanzados en términos de infraestructura de banda ancha, tuvieron un impacto menor desde el punto de vista económico. La banda ancha, que fue la métrica que pudimos medir en ese momento, fue un factor mitigante del orden del 75% respecto del efecto económico negativo de aquella pandemia. Lo que nos llevó a confirmar que la digitalización es un aspecto importante. Y si uno tiene que dar una mirada latinoamericana al problema, diría que cuanto más avanzados estemos desde el punto de vista de la digitalización, mejor preparados estaremos para sobrellevar algunos de los impactos económicos y sociales de la pandemia actual.
Al ahondar en el despliegue de plataformas digitales y el sistema productivo latinoamericano, el informe señala ciertas falencias en torno a la asimilación tecnológica vinculada con las cadenas de aprovisionamiento. ¿Podría explicar de qué se trata?
- Basados en la primera premisa de que la digitalización ayuda a sobrellevar alguno de los impactos económicos, nos adentramos en la situación latinoamericana. Y allí examinamos el tema de las cadenas de aprovisionamiento, que supone una relación entre organizaciones que permite que el sistema productivo pueda llegar a producir bienes y distribuirlos en el mercado. Esta interacción no sólo tiene que ver con los proveedores de insumos sino también de otros actores que intervienen en esa cadena como pueden ser los operadores logísticos, que son quienes reciben el insumo y lo transportan a las fábricas para que puedan usarlos para producir. Si este insumo viene del extranjero, por ejemplo, otro actor que interviene es la agencia de aduana que se dedicar a verificar su arribo y permiti que sea internalizado dentro de la economía doméstica. Otros actores son los puertos, los caminos y las carreteras. Esto quiere decir que el concepto de cadena de aprovisionamiento es mucho más amplio. Ahora bien, lo que ocurre en América Latina como en muchos países emergentes y también avanzados, es que lo que denominamos la fragmentación de la cadena de aprovisionamiento. Esto quiere decir que toda la interrelación entre los diferentes actores no se produce de una manera fluida, automática y eficiente. Por ejemplo: cuando un insumo llega al puerto, dependiendo del grado de automatización de la actividad portuaria, podrá llevar entre dos días y una semana para que este insumo sea descargado y puesto en el camión. En ese contexto, la tecnología es fundamental porque dota de mayor eficiencia a la actividad portuaria, pero también a la de las aduanas en el procesamiento del insumo, y también al transporte del insumo para que llegue a la fábrica y esté en condiciones de monitorear su disponibilidad para que todo funcione. Esto que acabo de describir es en situaciones normales, pero si agregamos allí el componente de la pandemia podremos apreciar que la cadena de aprovisionamiento del sistema productivo latinoamericano no está preparada suficientemente desde el punto de vista de la digitalización de cada uno de los componentes para que esto funcione correctamente. En consecuencia, al retrasarse el aprovisionamiento de insumos, los niveles de productividad bajan.
Y en el caso de las redes de telecomunicaciones, ¿están preparadas para responder a la alta exigencia que hoy supone la migración hacia el teletrabajo?
- El teletrabajo es un tema diferente. Como parte del estudio, hemos hecho un análisis basado en un país, Chile, y la calidad de los datos obtenidos nos permite tener un análisis muy fino de sus ocupaciones. Entre los ocho millones de trabajadores chilenos, hemos podido analizar qué porcentaje tiene que seguir concurriendo al trabajo porque no tiene opción. Y una vez aislada esa porción, analizamos aquellas ocupaciones que por su naturaleza permiten el trabajo desde el hogar, concluyendo que representa un 20% de la fuerza de trabajo total. Ahora bien, cuándo estamos ante una familia tipo -madre, padre y dos hijos-, en un momento determinado exige una red de telecomunicaciones que tiene que estar aceptando tráfico generado por el trabajo de los padres en el hogar y los chicos que están recibiendo información educativa, más el entretenimiento de toda la familia. En ese punto es donde las redes se resienten porque la utilización es tan alta que la calidad en la velocidad de carga de datos comienza a disminuir. Algunas cosas pueden ser hechas, sobre todo a nivel de las comunicaciones móviles, que en Latinoamérica es una industria que está preparada para reconocer que en ciertos momentos hay un pico en el uso de tráfico y está en condiciones de resolverlos. Ante esta situación, en algunos países -incluso latinoamericanos- algunos gobiernos optaron por dar más espectro radioeléctrico de manera temporaria para que las redes puedan acomodar ese tráfico. Entonces, desde el punto de vista estrictamente de las redes, no me preocupa tanto en cuanto cuello de botella; sí, en cambio, en lo que suelo denominar como la “digitalización de los hogares”. Es decir, cuántos hogares están preparados hoy para tener las aplicaciones necesarias para recibir información sanitaria y educativa, para poder realizar comercio electrónico y transacciones económicas con los bancos, así como otras actividades remotas. Lo que vemos ahí es que, a nivel de la digitalización de los hogares, en América Latina tenemos un cierto rezago. Porque el problema no es la red en sí misma, sino las aplicaciones que viajan por la red.
Al abordar el uso de tecnologías digitales, el informe da cuenta de lo que denominan “Índice de Resiliencia Digital del Hogar”. ¿Qué es y cuáles son sus indicadores?
- Nosotros tomamos indicadores de adopción de aplicaciones sobre el hogar. Un primer indicador es si el hogar ha descargado aplicaciones de tipo sanitario; por ejemplo, la posibilidad de monitorear desde el teléfono móvil si has hecho ejercicios y cuánto dormís. Son aplicaciones que nos dan una idea de la preocupación que tiene el hogar para descargar información de salud. Un segundo indicador es el volumen de comercio electrónico que está organizando el hogar y cuál es la capacidad de seguir comprando productos sin tener que trasladarse físicamente. El tercer indicador está vinculado con la descarga de aplicaciones educativas porque nos da una pauta bastante precisa para saber hasta qué punto el hogar está preparado para encarar una experiencia de educación a distancia con los chicos. Son los tres indicadores más importantes, y los sintetizamos en un indicador compuesto de digitalización del hogar. Entonces decimos, por país, hasta qué punto el hogar está preparado para tener que afrontar una situación como la de la pandemia. Porque si tengo asimilación limitada en este tipo de aplicaciones, no estoy preparado. Es cierto que la comunicación podría hacerse a través de Facebook o WhatsApp, como hace más del 90% de los usuarios latinoamericanos, pero cuando uno habla de aplicaciones que ayudan a que el hogar siga funcionando, ahí es donde tenemos niveles más bajos. No es un tema que podamos resolver a corto plazo porque está íntimamente vinculado con la educación, la promoción y el incentivo por parte de los gobiernos, también con el trabajo de la sociedad civil y de las escuelas. Indudablemente, es algo que llevará tiempo; no obstante, es un factor fundamental porque nos dice claramente que el hogar latinoamericano no está tan preparado como debería para afrontar este tipo de emergencia.
¿Este contexto se agrava ante la dicotomía dada entre los mundos rural y urbano?
- Exactamente. Y ahí entramos en otro problema porque lo que estaba describiendo anteriormente es lo que ocurre en el típico hogar de las zonas metropolitanas latinoamericanas donde la penetración de tecnología es mucho más alta y la disponibilidad económica también. Pero de cara al mundo rural, todavía tenemos una brecha digital muy grande con niveles de alfabetización y penetración digital mucho más bajas. Eso es preocupante porque nos da dos o tres niveles diferentes de eslabones débiles para enfrentar la pandemia. Por eso el informe habla de “marginalización digital” ya que un 15% de la población latinoamericana no tiene acceso a internet. Nuestras cifras indican que el acceso a internet en Latinoamérica es del 84% entre redes fijas y móviles, que es elevadísimo, pero deja afuera a toda la zona rural. O sea que, ante la pandemia, la zona rural está completamente aislada porque no tiene acceso a servicios sanitarios ni a servicios de salud. Está librado a la buena de dios.
Por último, ¿qué rol deberían desempeñar los estados en Latinoamérica para afrontar la disrupción de la pandemia?
- En el corto plazo, las telecomunicaciones podrán ayudar en algunos aspectos; sin embargo, la responsabilidad central es de los sistemas de salud. Me parece que los estados tienen que comenzar a pensar qué significan este tipo de emergencias y planear para el futuro. Estamos viendo que este tipo de emergencias pueden llegar a seguir existiendo de una manera mucho más común, que se pueden transformar en un hecho normal en la vida cotidiana. Y si la digitalización es un factor fundamental para mitigar parcialmente esta emergencia, será clave que los estados preparen a la población para afrontar esto en el futuro. Para ello, será imprescindible que empiecen a pensar de una manera más rigurosa y anticiparse.
Por Aldo Bianchi